Evânia Reichert es escritora, periodista y profesora del Programa SAT, creado por Claudio Naranjo. Se declara de izquierdas y ecologista pero está convencida de que la auténtica revolución empieza por educar bien y que la inteligencia no depende tanto del adn como de los besos y abrazos que recibimos en la infancia -y también a lo largo de la vida. Lo explica en detalle en su libro “Infancia, la edad sagrada”, de Ediciones La Llave.
¿Cómo influye en la construcción del cerebro el afecto que se recibe en la primera infancia?
Aunque la investigación que llevo a cabo sobre el desarrollo del niño
es esencialmente interdisciplinar, creo que también es importante poner
de relieve este tipo de información. Sobre todo porque la neurociencia
aporta una contribución muy concreta, comprensible para cualquier
persona, y también para satisfacer a los que necesitan "evidencias
científicas" para entender la urgencia de la prevención biopsicológica,
el binomio salud-educación y la interacción entre el cuerpo, la psique y
el ambiente.
El contacto corporal afectivo genera bienestar y esa sensación
agradable libera una hormona que estimula la sinapsis, las conexiones
entre las neuronas y la formación de redes neuronales, promoviendo aún
más el desarrollo temprano del cerebro. Del mismo modo, también la
hormona del estrés, el cortisol, puede ser crucial para la promoción de
la poda de las sinapsis, causando déficit en el desarrollo y las
matrices de la depresión y la ansiedad, algo que puede marcar
negativamente la constitución psíquica de una persona. En las últimas
décadas, la neurociencia ha demostrado con pruebas de tecnología punta
la relación directa entre el afecto, el desarrollo temprano del cerebro,
el estrés y la depresión. Pero nada de esto es nuevo. De hecho, el
psicoanálisis y sus herederos siempre hablaron de todo esto, en el campo
de la subjetividad. Lo importante es que hoy en día tenemos más
evidencia de que en los primeros años de vida la maduración
biopsicológica, alimentada por el afecto, da lugar a virtudes como la
capacidad afectiva y el sentido humanista, el reconocimiento mutuo y la
alegría. Estas contribuciones abren, aún más, nuevas vías para el
trabajo de prevención de los trastornos biopsicológicos, incluso entre
personas que no tienen en cuenta la subjetividad de los niños como un
tema importante. Desde el año 2000, la Organización Mundial de la Salud
ha insistido en la urgencia de la prevención en la infancia como una
manera de hacer frente al crecimiento de la depresión y la
hiperactividad en la infancia, la adolescencia y la vida adulta.
Seguir llegint...
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada